jueves 10 de julio del 2025

1:56 a.m. 

Últimamente siento la necesidad de escribir. La necesidad se vuelve necedad... y me gusta.
Todas las noches pienso, y las ideas llegan a mi mente, pero el miedo -y mi mala memoria- no me dejan plasmarlas como me gustaría.

Sin embargo, ella, con su precioso rostro y su bella personalidad, encanta a mi mente.
Me encanta escribir sobre ella.

Aun así, creo que este amor no me ayuda en nada.

¿Debo olvidarla?

Es una pregunta que todas las noches surge, cuando ya no tengo nada más que pensar.
Pero no es tan fácil, y estoy comenzando a creer que es imposible.

Todo lo que veo me recuerda a ella...
¿O será que ella está en todo?

La verdad, no sé qué hacer.

Sigo esperando a que ella me lo diga, que me dé la prez y la paz de sus palabras una vez más.
Como en aquella noche fría, pero cálida, de diciembre.

Aunque tal vez nunca pase, me gusta pensar que sí.

En pocas palabras, ella es la grandeza.
Y esta noche tengo ganas de escribir lo más hermoso que haya escrito jamás.
Porque creo que lo hermoso también está en la nostalgia y en los recuerdos que duelen.

El sentimiento de no tenernos es fatal.

Esta noche, la melancolía decidió que sería una grata sorpresa llegar a mí y, sin avisar, apoderarse de mi mente y de mi corazón.
Se siente como si mi alma cayera al suelo.

Recordé ese día de mayo, el día en que los planes que tenía con ella -con una emotividad perniciosa- desaparecieron.

Ese día también llegó una gran nube gris, como en un día lluvioso.
Inundaba el cielo y las calles de mi mente, haciendo desaparecer nuestros recuerdos.

Sus palabras me hicieron darme cuenta de que yo ya no era parte de ella.
Y, después de pensarlo, eso siempre estuvo en los últimos días juntos, pero nunca pude verlo.

Ella estaba ahí, pero no conmigo.

Sus bellas y suaves palabras no me incluían.
Y aunque siempre sonreía, no lo hacía con sus lindos ojos.

Lo supe, muy dentro de mí, en cada intento de cariño que no quiso recibir.

Y entonces, recuerdo esa mañana.

Me habló como si cerrara una puerta sin mirar atrás.
Desde ese alborecer, mi antigua rutina regresó.

Todo sigue su curso como si nada.
Pero una parte de mí no se ha movido desde que ella ya no está.

Parezco bien.
Y en parte, lo estoy.
Pero no puedo dejar de pensar en lo que pudimos ser. 

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Me gustaría que pudieras leer esto. Porque esto es todo lo que quiero decir pero no puedo.

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3:17 a.m. Fin del post.

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